¿Luz y Sal?

 

Sé Luz. Sé sal.

Jesús nos recuerda que no estamos aquí por casualidad.
Él nos llama sal de la tierra: algo que preserva, da sabor y evita la corrupción.
La sal no es notoria por su forma, sino por su efecto.
Así debe ser nuestra vida: discreta en apariencia, pero poderosa en impacto.

También nos llama luz del mundo.
Una luz no se enciende para esconderla, sino para guiar.
La oscuridad no puede vencer a la luz, por pequeña que sea.
Tú eres esa chispa que Dios puso para alumbrar en medio de tinieblas.

Ser sal y luz no es una opción, es una identidad en Cristo.
Tu manera de hablar, actuar y amar muestra a quién sirves.
Cuando perdemos nuestro sabor, el mundo pierde una oportunidad de conocer a Jesús.
Cuando escondemos nuestra luz, alguien más tropieza en la oscuridad.

Por eso, vive de forma que otros vean a Cristo en ti.
No para tu gloria, sino para que glorifiquen al Padre que está en los cielos.
Cada palabra de ánimo, cada acto de amor, cada respuesta con gracia es una chispa de luz.
Cada vez que eliges lo correcto sobre lo fácil, das sabor al mundo.

Hoy, pídele a Dios que te mantenga fiel en tu llamado.
Que tu vida sea un testimonio visible y constante.
Y que en todo momento, puedas reflejar a Jesús…
porque al final, eso es ser sal y ser luz.

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